El otro día conocíamos que una adolescente de 15 años moría en el Pirineo aragonés durante su campamento. La joven participaba en una travesía nocturna junto a otros 23 scouts de su edad y los tres monitores que estaban a cargo. La victima resvaló sobre las 3 de la madruagada por un precipicio de 15 metros y le provocó diversos politraumatismos y una lesión interna, que fue la que le ocasionó la muerte. Sus monitores llamaron a emergencias pero el helicóptero no pudo llegar al lugar hasta las seis de la mañana ya que estos no pueden volar durante la noche.

Según varios medios, el lugar del accidente era una vía ferrata. Este tipo de trayecto está equipado con cadenas, clavos, grapas o presas que permiten llegar con seguridad a zonas difíciles para senderistas o no habituados a la escalada. Es decir, que para pasar hay que ir con mosquetones para aferrarse a una cadena. Un recorrido no aconsejable por la noche y menos en un campamento cuando, además de con la mochila, también cargas con la responsabilidad de 23 menores. Sea cual fuera la razón por la que sus monitores accedieron a ese lugar, se trata de una irresponsabilidad que ha acabado, lamentablemnete, en tragedia. Una decisión fortuita por una serie de situaciones.
Hace unas semanas, estuve de ruta por el macizo central de los Picos de Europa, un lugar concurrido también por grupos de campamentos. Hablando con los guardas de varios refugios, me comentaban que todos los veranos salían unas cuantas veces los helicópteros a rescatar a chavales en situaciones difíciles. Sin ir más lejos, hablaban de un rescate hace un mes en la torre de Horcados Rojos donde tuvieron que ser movilizados cuatro helicópteros para rescatar a un grupo de crios. Se les hizo de noche bajando por el cable hasta el Jou Sin Terre, un paso complicado para cualquier senderista y que precisa de equilibrio y tiempo para pisar correctamente.
Parece que muchas veces perdemos el respeto a la montaña, nos confiamos demasiado y creemos que con controlar el camino ya no hay pérdida ni desgracia que nos pueda afectar. Ni mucho menos. El cansancio, una lesión en ruta, un cambio repentino en lo climatológico pueden cambiarnos los planes y tener que buscra soluciones. Y ahí, precisamente, es cuando se nota quien tiene instinto de monte o, mejor dicho, respeto y precacución en la montaña.