Cuando en los equipos ENG, el técnico de sonido cortó sus barbas, el cámara ponía las suyas a remojar. Y llegó el momento de recortar… Ayer se realizaron los primeros directos en una televisión estatal en los que el periodista se encontraba solo hablando a la cámara de un móvil que sujeta con un palo selfie.
Fue en la cobertura especial de La Sexta durante la jornada electoral de Estados Unidos que tuvo una duración de 14 horas. Desde las 00:30 que comenzó Al Rojo Vivo hasta las 14:15 que terminó. Como inciso, el tiempo que Ferreras pasa en ese plató daría para hacer un programa completo de Iker Jiménez.
Una situación que era cuestión de tiempo —y avance de la tecnología— que llegara conociendo la grave situación económica por la que pasan algunos medios de comunicación. Las asociaciones de periodistas llevan años denunciando el periodista «hombre orquesta» que escribe, graba, edita o se encarga del etalonaje. Vamos un «Juan Palomo; yo me lo guiso, yo me lo como» en toda regla.
Ya hace unos años que se prescindió de la figura del sonidista porque eran labores que podía realizar el operador de cámara (o eso decían los encargados de recursos humanos). Ahora parece que el periodista se puede encargar del contenido de la noticia y de su realización con la cámara.
El resultado se vio en directo. Una chapuza. Poca estabilidad de los planos con enfoques automáticos de la cámara del móvil y encuadres mal cogidos. Y es que solo le falta al periodista, que está pendiente de lo que dice, comprobar que tiene mucho aire por arriba o no está en el medio de la composición.
La cadena argumenta que, viendo la duración del especial, hubiera sido imposible realizarlo de «manera convencional» por los altos costes que supondría (enlaces con satélites a horas con mucha demanda, alquiler de unidades móviles, pagar a técnicos del lugar, etc.) y que de esta forma llegaban a lugares más inaccesibles al tratarse de un móvil. Una prueba piloto que los directivos calificaban como satisfactoria. Digo yo que satisfactoria en el sentido cuantitativo pero no cualitativo. Y, precisamente, en el periodismo no vamos sobrados de calidad.
