Lo racional pierde fuerza

Posverdad fue elegida la palabra del año 2016, básicamente, porque se empieza de hablar de ella después de tres acontecimientos:

  • Referéndum para decidir la salida del Reino Unido de la Unión Europea.
  • Referéndum para ratificar el acuerdo de paz alcanzado en Colombia entre el gobierno y la guerrilla de las FARC para poner fin a una guerra ya de 50 años.
  • Elecciones en Estados Unidos tras una intensa precampaña y campaña electoral de acusaciones y rumores de espionaje.

Frente a todo pronóstico —intencionado o no—, estas tres votaciones dieron un vuelco y la sociedad inglesa decidió salir de la UE, los colombianos no avalaron el acuerdo de paz y en EEUU ganó el polémico empresario y candidato republicano, Donald Trump. Victorias que se fraguaron gracias a argumentos falsos que apelaban sobre todo a los sentimientos. En definitiva, nada que no hayamos visto en la historia de la política, excepto por el neologismo posverdad acuñado..

El Diccionario Oxford define este término como la “circunstancia en la que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”. No hay explicación más clara y sencilla pero a la vez igual de complicado de entender cómo hemos llegado hasta este punto en el que se realice de forma tan descarada.

El ritmo en nuestra sociedad es frenético. Los canales son cuantiosos y a los medios tradicionales se añaden otros muchos, como las redes sociales. La actualidad no cesa y estas nuevas vías han hecho que ya no se necesite de los medios para acceder directamente a ella. Por lo que el gran público pierde el filtro que ejercen los profesionales de la información a la hora de verificar, contrastar y jerarquizar todos estos datos.

Es por ello que los receptores, ante tanto bombardeo de mensajes contradictorios de un lado y de otro, al final se queden con el que más empatizan y se aproxima a su ideal de sociedad, sea más o menos accesible. Todo sin las preocupaciones del emisor por que su mensaje no cuente toda la verdad o nada de ella; en un futuro cercano, ya llegará un nuevo mensaje que enterrará el predecesor. Y de esta forma, los argumentos falsos vencen a lo racional y al sentido común.

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